Neon City Riders: movidas pandilleras y tortas por doquier7 min read

La ciudad de neón, la metrópolis decrépita rebosante de tecnología, y en definitiva la ambientación cyberpunk son premisas que de un tiempo a esta parte se han visto muy explotadas en los videojuegos. Bajo la opinión de este humilde redactor, puede que incluso demasiado. Sin embargo, eso no quita que cada cierto tiempo aparezcan títulos muy interesantes basados en estos conceptos, ya sea porque saben darle una vuelta de tuerca a la idea de la tecnodecadencia, o porque brillan en otros aspectos que hacen del título algo más que simplemente un juego definido por su estética. Neon City Riders, el primer y —hasta ahora único— lanzamiento del estudio mexicano Mecha Studios, es un juego que, si bien no aporta nada nuevo a la fórmula de la distopía futurista, consigue hacer de esta elección algo más atractivo a través de su apartado jugable, basado en la exploración y el combate.

Neon City Riders nos pone en la piel de Rick, una especie de justiciero (o vigilante enmascarado según indica el propio juego) que debe enfrentarse a las cuatro pandillas que atormentan su ciudad y derrotar a sus respectivos líderes para devolver la paz a las calles. Cada grupo de delincuentes tiene su territorio en un punto cardinal del mapa, mientras que en el centro se encuentra la zona habitada de la ciudad, con tiendas y la mayoría de NPCs. A medida que vayamos bajándole los humitos a los jefes de los clanes, nuestro protagonista irá recibiendo habilidades con las que podremos acceder a nuevas zonas de la ciudad. Con ellas superaremos obstáculos que antes nos impedían seguir avanzando en el camino principal, pero también podremos tomar desvíos para encontrar un amplio abanico de secretos. De este modo, aunque la estructura del juego sea la clásica de un título de aventuras, el componente de backtracking más propio de los metroidvania añade un plus de importancia a la exploración del mapa y la convierte en un pilar fundamental del juego.

Además de un buen puñado de NPCs, en el suburbio central encontraremos la mayoría de misiones secundarias del juego.

Una vez nos adentremos en el distrito de una de las bandas, encontraremos una estructura basada en las clásicas mazmorras divididas en estancias que popularizó la saga The Legend of Zelda. Al poco de acceder a la zona, Neon City Riders nos introducirá algún puzle o prueba basado en una mecánica sencilla, pero que se irá desarrollando y volviendo más compleja a medida que avancemos. En este sentido, el diseño de niveles resulta bastante satisfactorio, con unos requerimientos de habilidad bien medidos, que no resultan aburridos en ningún momento, pero tampoco frustrantes. Además, algunas pruebas incluso introducen giros de tuerca inesperados que modifican las bases de los puzles y nos obligan a pensar en ellos de forma diferente.

Pero por muy útiles que resulten estas habilidades en la exploración de la ciudad, lo cierto es que no solo se utilizan para acceder a nuevas rutas, no señor. Neon City Riders tiene también un gran componente de repartir tollinas, con momentos de acción y combate al más puro estilo yo contra el barrio, y es en esas secciones donde los poderes que obtendremos también serán de gran utilidad. Inicialmente, estas secciones pueden antojarse limitadas y algo repetitivas, pero en cuanto empezamos a obtener habilidades las peleas se vuelven muy divertidas. Cuantos más de estos movimientos hayamos obtenido —el dash es especialmente útil, aunque el escudo y el devolver proyectiles también aportan mucho—, más brillarán los encuentros contra enemigos que tengamos, llegando a su clímax en el último tercio de juego. Los combates contra los jefes de las pandillas, además, son la guinda del pastel de cada zona. Se trata de enfrentamientos originales y con un diseño cuidado que sirven como examen final de las mecánicas que se han introducido en su mazmorra, pero que también ponen a prueba nuestra habilidad repartiendo puñetazos. Sin duda uno de los puntos más positivos del juego.

Sin spoilers, debo decir que el encuentro contra este jefe es de lo mejor que ofrece Neon City Riders. Un combate para quitarse el sombrero.

Durante la aventura, además, Rick dispone de cinco corazones que actúan como barra de salud: si los pierde todos, volverá al último punto de control (que se crea automáticamente al entrar en una nueva habitación). Para evitar que esto ocurra, podremos llevar encima hasta tres raciones de comida que, al ingerirlas, volverán a llenar el marcador de vitalidad. Esta mecánica añade una capita extra de estrategia al combate, porque mientras dure la animación de comer no podremos desplazar al protagonista, de modo que será necesario encontrar el momento preciso para curarse y no quedar demasiado expuesto a los golpes enemigos. Sin embargo, en este sentido se ha desperdiciado una oportunidad muy buena de darle algo de profundidad a la mecánica de recuperar salud.

A pesar de que existe un amplio surtido de platos que podemos comprar (todo tipo de bebidas, ramen, diferentes categorías de comida rápida…), todos suben la salud al máximo y cuestan lo mismo, cinco monedas. Esta variedad se habría aprovechado mejor si, por ejemplo, algunos platos tuviesen efectos distintos sobre Rick, curasen más o menos en función de sus características u otorgasen ciertas mejoras temporales al personaje, a modo de power up. Además, en relación con este tema, debo decir que la economía del juego también es un aspecto poco cuidado. Por un lado, es muy sencillo obtener monedas, porque casi todos los enemigos sueltan, y además también se obtienen al cortar la hierba (como si de rupias se tratase). Por otro, el juego no proporciona muchas opciones donde gastar nuestros ahorros, así que al poco rato de haber iniciado la partida las monedas pierden su valor, se consiguen muchas y se gastan pocas. Todo esto hace que, desgraciadamente, la variedad que ofrecen estos sistemas termine siendo poco más que una profundidad artificial.

¡Cocodrilos mutantes macarras! (Ya está, ese era el pie de foto)

Estos no son, ni mucho menos, carencias que vayan a amargar la experiencia de juego a nadie, pero sí creo que los desarrolladores deberían prestar un poco más de atención a cuestiones como estas para que sus próximos títulos pasen de ser juegos buenos a juegos excelentes. Al final, la importancia reside en los pequeños detalles.

Cierto es que, como he dicho al iniciar el texto, Neon City Riders no innova en cuanto a la ambientación ni a los temas recurrentes del subgénero cyberpunk, pero también es verdad que en ningún momento parece que ese sea su objetivo. Por el contrario, sí hace un gran trabajo replicando la estética de distopía y de ciudad medio decadente, con unos escenarios llenos de tecnología futurista obsoleta, pobreza y, por supuesto, neón. Toda esta ambientación se explora en profundidad en cada una de las diferentes zonas del mapa, así como en una música y un pixel art que terminan de crear una atmósfera muy trabajada. Puede ser que, efectivamente, Neon City Riders nos traslade a una metrópolis distópica que poco dista de las muchas que hemos visitado desde el boom de la estética cyberpunk, pero al final sabe cómo convencernos de que sigamos interesándonos por explorar sus húmedos callejones cyberdecrépitos.

Trailer de Neon City Riders para PlayStation 4 (versión analizada)

Ambientólogo y camarero. Amante de lo japonés, los dinosaurios y la sanfaina con atún. Escribo y juego tumbado, normalmente desde Barcelona.